Hoy, en Critica de Argentina, salió publicada una nota de Reynaldo Sietecase sobre las actuales políticas migratorias de los países de la Unión Europea. Les transcribo algunos tramos a continuación (el artículo completo está acá):
El fútbol como pasaporte. Un negro que juega bien es menos negro, menos inmigrante. Gracias al fútbol, Didier Drogba dejó de ser un negro nacido en Costa de Marfil para convertirse en un delantero efectivo y veloz cuyo pase cuesta 40 millones de euros. Un sudaca con hambre de gol no requiere visa. Carlos Tévez pasó sin dificultades los controles del aeropuerto de Heathrow en Londres por su potencia goleadora. Su aspecto lo hubiese dejado en el umbral al primer interrogatorio. Pero el fútbol no siempre abre puertas. La semana pasada, una veintena de africanos intentó cruzar la frontera entre Marruecos y Melilla aprovechando el entusiasmo de los guardias españoles por la Eurocopa. Los custodios miraban cómo su equipo batía a Italia por penales, cuando los africanos intentaron un ataque por sorpresa. Pero la defensa europea reaccionó a tiempo y los africanos quedaron entre las dos cercas de alambre que rodean el enclave colonial.
Eduardo Galeano insiste en su último libro, Espejos, con una idea que tiene confirmación científica: “Somos todos africanos emigrados. Hasta los blancos blanquísimos vienen del África. Quizá nos negamos a recordar nuestro origen común porque el racismo produce amnesia, o porque nos resulta imposible creer que en aquellos tiempos remotos el mundo entero era nuestro reino, inmenso mapa sin fronteras, y nuestras piernas eran el único pasaporte exigido”. Ahora el pasaporte también son las piernas pero sólo si pisan el cuidado césped de los estadios europeos.
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